De cazadores a guardianes de la selva
Hace más de siete años, algo empezó a cambiar en el Piedemonte Amazónico del Putumayo. Un grupo de campesinos de la zona, que salían con frecuencia a cazar, se volvieron guardianes de la selva. El periódico El Colombiano de Medellín, recorrió la zona y documentó el proceso, donde CORPOAMAZONIA, la Empresa de Energía de Bogotá y WWF unieron sus esfuerzos para conservar la flora y la fauna de la región.
El programa nació hace cuatro años como compensación ambiental por la red de transmisión internacional que la Empresa de Energía de Bogotá instaló desde la represa de Betania, en el Huila, hasta Ecuador. “Inicialmente se monitoreó las ‘especies sombrilla’, es decir oso, danta y jaguar. Comenzó un proceso muy bonito con la capacitación de la gente. En un comienzo eran 30, pero al final quedaron pocos. Los que aguantaron el proceso”, le dijo Henry Paz a El Colombiano, coordinador del proyecto de conservación del oso andino y danta de montaña.
Cazadores, leñadores y pescadores ahora protegen el medio ambiente en municipios como el Valle de Sibundoy, Mocoa y Villagarzón. Tienen a su cargo monitorear 300.000 hectáreas de seis municipios. Ilvia Niño Gualdrón, Oficial del Programa para el Piedemonte Andino Amazónico de WWF Colombia, explicó a El Colombiano que priorizaron el oso de anteojos, el jaguar y la danta de montaña, al ser “especies sombrilla”, que indican el estado de bienestar y salud de un ecosistema y de las cuales dependen las otras especies en la cadena de alimentación (la trófica).
Ahora los monitores cambiaron su rutina, recorren ríos, montañas, selvas y caminos para plantar cámaras en los árboles que se activan al paso de las especies. Otras las esconden en saladillos, que son lugares sagrados donde se alimentan animales protegidos por espíritus. De esa manera monitorean sus rutinas y redactan informes que son luego un argumento para la toma de decisiones sobre su territorio.
La experta de WWF, le dijo a El Colombiano: “Tenemos 1.442 registros entre las especies de osos, danta, jaguar, tigrillos, y otras especies. A partir de los resultados hay documentos técnicos sobre hábitat potencial. Los datos son puestos sobre la mesa para la toma de decisiones, como el nuevo rediseño de la variante San Francisco-Mocoa, que tiene en cuenta pasos de fauna en un lugar estratégico que es el puente que conecta los andes amazónicos con la llanura amazónica”.
Édgar Lisandro Mora, uno de los cazadores que hizo el cambio, le dijo al periódico antioqueño, “llevamos siete años sin matar a un animal -dice Lisandro- y ya volvimos a encontrar animales por estas sendas. Es un orgullo y una riqueza para la zona”. Héctor Jhony López, otro de los participantes en el proceso, explicó por su parte que “en la Asociación Salado de los Loros acordamos quién entra, quién caza, qué caza, las cantidades de pescado para su consumo. Son 14 veredas y tenemos una reglamentación interna. Es prohibido pescar con dinamita o veneno y menos para vender en el pueblo”.