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Aliados por los páramos de los Andes del Norte




Si se viera desde el aire, la culebra ondeante que forma la cordillera de los Andes estaría marcada por unos puntos estratégicos conocidos como páramos: un ecosistema tropical de montaña que además de conservar y regular la oferta hídrica, tiene en sus suelos la capacidad de capturar el carbono y, en su territorio, alberga gran parte de la biodiversidad. De hecho, en Colombia, el 70% del agua de las grandes ciudades viene de estas áreas y según afirma el Gran Libro de los Páramos, su vegetación y suelos pueden retener 10 veces más la cantidad de carbono que un metro cuadrado de bosque tropical. Los páramos son una herramienta clave para mitigar los efectos del cambio climático, sin embargo, la problemática que se vive en ellos está llena de dilemas: aunque son ecosistemas que idealmente no deberían tener ningún tipo de actividad agrícola, sus habitantes necesitan realizar estas prácticas para subsistir. Aunque el Gobierno colombiano se comprometió a delimitarlos, hasta el momento sólo Santurbán ha culminado el proceso. Por esto, con el fin de buscar soluciones locales y territoriales a estas contradicciones, el proyecto “Páramos: biodiversidad y recursos hídricos en los Andes del Norte”, financiado por la Unión Europea (UE) y coordinado por el Instituto Alexander von Humboldt (IAvH), busca intervenir siete páramos ubicados entre Colombia, Ecuador y Perú –países que cuentan con el 60% de los páramos del mundo– para proponer un uso sostenible de sus servicios ecosistémicos, fortalecer su capacidad de regulación hídrica y proteger sus territorios. Según explica Marnix Leonard Becking, de la subdirección de investigaciones del IAvH, el plan se terminará de ejecutar en el 2018 y busca que lo aprendido en el proceso se quede con las entidades territoriales y quienes habitan los páramos. Por esto, uno de sus objetivos fundamentales es fortalecer la articulación entre las comunidades e instituciones involucradas en los territorios, ya que con esto se logrará que las estrategias a las que se llegue sigan vigentes una vez se finalicen los tres años y medio que dura la iniciativa. En Santurbán (Santander), la implementación del proyecto estará a cargo de la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB); en Rabanal, que abarca los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, se hizo una alianza directa con Corpochivor, que a su vez creó una Comisión Conjunta con Corpoboyacá y la CAR Cundinamarca; en los Nevados (Eje Cafetero), operará la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (Carder) junto al Sistema Departamental de Áreas Protegidas del Eje Cafetero y WWF, y en Las Hermosas (Valle del Cauca y Tolima) el trabajo será liderado por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC). Pero como este proyecto tiene la cualidad de que ha sido pensado a nivel regional, para intervenir el corredor transfronterizo Ángel-Chiles-Quitasol (compartido por el departamento de Nariño y Ecuador) Corponariño asumió el liderazgo; en los nodos internacionales, Chimborazo (Ecuador) y Piura (Perú), se apoyarán en el trabajo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN.) ¡A reconvertir, conservar y restaurar! “Lo innovador de este proyecto es que propone programas diferentes, porque la idea no es sólo decir que se va a conservar el páramo. Entendemos que hay unas disyuntivas sociales, políticas y jurídicas en cómo se entienden estos territorios y queremos que las corporaciones exploren ese margen de maniobra para que las comunidades puedan encontrar formas productivas que tengan menor impacto sobre los suelos”, aclara Becking. Para lograrlo, el proyecto ha planteado tres líneas de acción: la reconversión productiva, los incentivos a la conservación y las estrategias de conservación y restauración. Tácticas que serán desarrolladas en menor o mayor medida en cada páramo, dependiendo de las propuestas y trayectoria que haya tenido cada territorio en cuanto a alternativas sostenibles. Según explica Carolina Avella, encargada de la línea de Sistemas Productivos de Reconversión del proyecto, una preocupación generalizada que han encontrado es la expectativa que tienen los campesinos por conocer si quedan dentro o fuera de la delimitación del páramo, ya que esto definiría qué tanto pueden producir. “Ante esto, se ha planteado un ejercicio de investigación que nos permita probar modelos sostenibles de reconversión a partir de la experiencia que se tenga con temas de ganadería silvopastoril o propuestas prácticas de bajo impacto, no sólo en el páramo, sino también en el área de transición para evitar la expansión de la frontera agrícola”, afirma la investigadora. Propuestas que irían de la mano con los Incentivos a la Conservación, componente del que está a cargo el ingeniero Juan Pablo Romero. “La misión que tenemos desde esta línea es reconocer el costo de oportunidad que tiene que una persona deje de explotar una tierra que le da servicios a muchas personas menos a él. Entonces la idea es que se pueda compensar ese esfuerzo de renunciar al uso de la tierra a través de una transacción que puede tomar formas diferentes como el Pago por Servicios Ambientales (PSA), las exenciones tributarias o los mecanismos voluntarios de mitigación de carbono”, explica. Incentivos que servirán para que las comunidades exploren y apliquen las Estrategias de Conservación. Programa que no sólo implica que ciertas áreas se veten para la producción agrícola, sino que otras se restauren ya sea de forma activa –como con la reforestación ecológica– o de forma pasiva –con encerramientos donde el mismo proceso natural se encarga de recuperar el ecosistema–. “Nuestra meta es que para el 2018 mínimo 13.000 hectáreas (ha) de páramo preserven su cobertura respecto a este año, al menos 37 ha estén en procesos de restauración, 300 ha estén intervenidas con herramientas de reconversión productiva en alta montaña y al menos 260 familias se beneficien con nuestro proyecto”, afirma María Victoria Sarmiento, investigadora encargada de Estrategias de Conservación. La iniciativa “Páramos: biodiversidad y recursos hídricos en los Andes del Norte”, además de ser uno de los proyectos vigentes más grandes que trabaja este ecosistema, tiene la ventaja de no partir de cero. Ha heredado la experiencia de otros proyectos como el de “Páramos y Sistemas de Vida”, que también fue financiado por la UE y operado por el Humboldt entre el 2011 y el 2013. “Lo nuevo y tal vez más importante de este proyecto es el fortalecimiento y articulación de las entidades territoriales encargadas de ejecutar los programas en campo. Por esto hemos revisado qué se ha hecho en cada nodo en términos de sostenibilidad para que el conocimiento sea un diálogo entre los distintos actores”, afirma Avella. Por esto, para Aída Delgado, coordinadora del nodo que maneja Corponariño, lo más valioso del proyecto es que se pueden articular distintos sectores. “Es un instrumento que no sólo involucra lo ambiental, sino lo educativo y lo productivo. Así se puede pensar en mejores modelos de gestión y financiación donde todos estén involucrados”, afirma. Pues, finalmente, la idea es que los instrumentos y herramientas que se diseñen para cada páramo no sólo sirva para los siete que abarca el proyecto, sino que sean recolectados a nivel nacional y terminen incidiendo en las políticas públicas: en descifrar ese enigma de cómo debe ser el manejo de los páramos en los Andes del Norte.

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