Rafael Uribe Uribe: El martir que se volvió una Localidad
“El General ha muerto”, era la consigna que muchos bogotanos el 15 de octubre de 1914 tendría de la muerte vil, salvaje y cruel como fue tildada en el Periódico El Tiempo del 16 de octubre de ese mismo año, al ser recibido en las escalinatas del Capitolio Nacional por dos humildes carpinteros que con sus hachuelas dieron golpes certeros a la humanidad del único liberal que había en el Conservador Parlamento de esa época; en esa misma época en la que Colombia pasaba el trago amargo de haber perdido a Panamá a manos de los estadounidenses luego de la Guerra de los Mil Días de la cual Uribe Uribe era uno de sus más recordados comandantes y el cual luchó por dar más espacio político al Partido Liberal que sentía como la Hegemonía Conservadora no permitía el avance de un país que necesitaba salir del ostracismo posterior a la colonia.
Placa conmemoriativa puesta 9 dpias despues de la muerte del General Rafael Uribe Uribe.
Pero hablar de esta figura misteriosa para la política nacional durante inicios del siglo XX es referirse al hombre que en ese instante previo a su muerte, era el inalcanzable líder del primer proceso de reivindicación sociopolítica que tenía la Colombia de aquel momento, la cual luego del golpe tan fuerte que fue la última guerra civil que viviría esta nación hasta antes del 9 de abril de 48, muchos de sus ciudadanos, que eran obreros de la industria agrícola de ese momento, vivían en medio del miedo de perder sus empleos si no cumplían las jornadas que para los actuales estándares serian horarios del más desafortunado esclavo, donde la vida valía poco estando por encima el bien económico de los patronos que explotaban sin piedad la fuerza laboral de las masas que ellos controlaban a su merced. Y en esa misma lucha entraría la figura del alto, bigotudo y buen mozo como era tratado por las damas de aquel entonces líder de los liberales en el Capitolio Nacional.
La lucha de Rafael Uribe Uribe promovía defender los derechos de los obreros rasos colombianos que trabajaban en horarios superiores a las 12 horas diarias, y al más claro ejemplo de los procesos laborales que países como Inglaterra, Alemania, Francia o Estados Unidos, poder reducirlo a 8 horas, con mejores salarios y con la garantía de proteger su salud para que rindiera más su trabajo y se sintiera en un ambiente más cómodo para desarrollar sus labores, sin el miedo de que los patronos los dejaran a un lado si sufrían lo que hoy llamamos los Accidentes Profesionales. De esta maneja, junto a reformas claras del sistema agrario en el país y una mejora sustancial en los derechos de los ciudadanos que no tenían en ese entonces muchos de ellos, el General defendería el proceso de las masas que sometidas al yugo de la Hegemonía gubernamental de los azules podrían ver una luz en el líder rojo que buscaba solamente más que ganar masas, ganar reivindicaciones del pueblo que había confiado en el en el pasado más glorioso.
Reproducción de la muerte de Rafael Uribe Uribe, siendo este no solo el primer magnicidio de Colombia, sino el primer proceso de necropcia moderno practicado en el pais. Fotografia en blanco y negro tomada de Periodico El Tiempo, octubre 17 de 1914.
Sin embargo, como toda historia de magnicidios en Colombia, como la de Roa con Gaitán, los asesinos preparados con Galán, los sicarios con Garzón y muchos homicidas de los grandes líderes de la historia de Colombia en el siglo XX, fueran necesitados de las grandes luchas que estos líderes hicieran, que esos mismos asesinos que atacaban a estos grandes hombres de la historia colombiana eran pobres y la necesidad se vería satisfecha para poder subsistir sin alguna consecuencia luego de estas muertes, olvidando que la grandeza de estos seres provocaría su ira y su deseo de no dejar sobrevivir, siendo simplemente piezas utilizadas de un macabro ajedrez de las poderosas manos negras que gobiernan o que tienen grandes intereses de mantener el “Status Quo” de la sociedad colombiana. Y esas manos alcanzarían a este gran liberal, que fuera el símbolo del pueblo, el defensor del más humilde colombiano que tenía que trabajar de sol a sol por un miserable sueldo que tal vez no le alcanzaba para un mendrugo de pan para él y su familia, ese ser que había defendido su trapo rojo para reivindicar los deseos insatisfechos de los pobladores colombiano que se sentían poco identificados con las dinámicas del conservatismo, ese mismo ser humano que había promulgado su doctrina de defensa de los trabajadores cuan líder revolucionario hiciera tal hazaña; caería en manos de 2 humildes obreros, carpinteros de profesión que vivían en el barrio Las Cruces: Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, quienes aunque pagaron prisión nunca confesaron quien los había contratado o porque el motivo real del magnicidio, el primero de muchos que llenaría de sangre la hoy peatonal y pacifica Carrera Séptima de Bogotá.
Funeral de Rafael Uribe Uribe en octubre de 1914. Fotograma en Blanco y Negro tomado de la pelicula "La tragedia del 15 de octubre de 1914" Fundación Patrimonio Filmico Colombiano.
Pareciera que con esta primera gran muerte, arrancara un capitulo donde los poderosos lideres oscuros de la Colombia de este y el anterior siglo tuvieran la mejor herramienta para silenciar las denuncias y la lucha social de muchos grandes líderes que como Rafael Uribe Uribe querían simplemente defender lo que debe de ser defendido, lo que por la misma providencia había dejado al ser humano sin importar la mano que lo tuviera atado al terror y al oscurantismo de la ignorancia y la duda, de los mismos líderes que querían quitar la mordaza ubica que mantenía a un pueblo aferrado al miedo de luchar por lo que es suyo. En realidad, es el primer de muchos casos de este tipo que se viven en esta tierra que años atrás se haya encomendado al Sagrado Corazón de Jesús en la Basílica Menor del Voto Nacional; el caso de un hombre cuyo crimen quedo impune por la misma decisión del cruel destino, que pareciera enterrar en la misma indiferencia de las nuevas generaciones que no ven las placas de homenaje en la Séptima con 9 en el costado oriental del Capitolio, donde escondida como si fuera alguna olvidada placa recuerda ese acontecimiento que pasara allí hace 101 años.
Sin embargo, fue evidente que la historia trataría de recordarlo, ya que 60 años después de su muerte, Alfonso Palacios Rudas el Alcalde Mayor de ese entonces dio a la localidad 18 el nombre del olvidado líder que había olvidado sus luchas o por lo menos su importancia como militar en la aun recordada historia de la Guerra de los Mil Días que nos enseñan muchos en la escuela cuando éramos niños y estudiábamos la historia de Colombia; el nombre de la 18 sería el recuerdo de una historia que tal vez no se debe de olvidar, no para buscar ya a los asesinos que al igual que el morirían, algunos de manera cruel y otros ya por el reloj del tiempo que pedían sus almas manchadas de sangre. La localidad 18, la misma que pareciera como el General en sus tiempos, le daría un poderoso mensaje a los que aún creen que la impunidad es la mejor arma para destruir las luchas ciudadanas, que la memoria es algo imborrable en Colombia y aunque parece que se olvida es algo que deja una herida que busca cicatrizar si la justicia se hace realidad así pase 100 o 200 años, siendo el hombre y su ahora territorio en el sur de Bogotá símbolos de una memoria que pareciera nunca borrarse, así sea recordada por pocos o muchos en la Bogotá y ahora en la séptima que enterró esta historia del primer magnicidio de un país lleno de magnicidios sin resolver.